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Internacional

La historia nunca contada de Madelene Sangstrom.
Un ejemplo que debemos siempre tener en cuenta.

LPGA Tour. Editorial

No estamos solas: la historia de Madelene Sagstrom

Madelene Sagstrom


En Par 7 online, estamos convencidos de que todos debemos formar parte de la conciencia colectiva para fomentar el cuidado de los nuestros, de los tuyos y de todos los demás. Un loable esfuerzo de la LPGA corre en dicho sentido. Por ello, la publicación de esta historia, escrita por la sueca Madelene Sangstrom a modo de desahogo, pero también como advertencia para que su historia no se repita en otras niñas o jóvenes.
Los editores

Prólogo

Cuando presentamos Drive On en 2019, queríamos celebrar los atributos de fuerza, enfoque y perseverancia que ha construido la LPGA durante 70 años. También queríamos compartir las historias de nuestra gente, los modelos a seguir cuyo valor y logros nos inspiran, dentro y fuera del campo de golf.

Madelene Sagstrom es todo eso y más. La historia de Madelene en Drive On es difícil de leer e importante de escuchar. Una de cada nueve niñas menores de 18 años sufre abusos sexuales a manos de un adulto. La de Madelene es una historia muy personal de violación, introspección, alianzas, fuerza y triunfo. La comparte aquí con el ánimo de ayudar a los demás.

Roberta Bowman, Directora de Marca y Comunicaciones de la LPGA

Ninguna de nosotros está sola: La historia de Madelene Sagstrom

Estoy sentada en una habitación de hotel en Greenwood, Carolina del Sur. Y no puedo dejar de llorar.

Es marzo de 2016 y estoy aquí en preparación para un evento del Symetra Tour más adelante en la temporada.

Quiero darme la mejor oportunidad de tener éxito. Pero no puedo seguir guardando esto dentro de mí. Necesito contarle a alguien el secreto que he guardado dentro de mí durante 16 años...

«Cuando tenía siete años, me ocurrió algo terrible».

Creciendo en Suecia, era muy ingenua. Creía que podía confiar en todo el mundo. Pensaba que todos debían ser mis amigos. Salía mucho con mi hermano cuando éramos niños y muchos de nuestros amigos íntimos eran personas mayores que vivían cerca de nosotros en el campo, a una hora de Estocolmo.

Un día, iba sola a ver a mi amigo, un hombre al que estaba muy unida pero que no era mi pariente.

Entré. Pasamos el rato. Y abusó sexualmente de mí.

Yo tenía 7 años.

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Después, me fui a casa. Y durante 16 años, actué como si nada hubiera pasado.
Durante años, me sumergí en el golf. El golf se convirtió en mi salvador; podía perderme en el juego. Y cuando jugaba bien, estaba bien.
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Eso se convirtió en un patrón. Si podía jugar un poco mejor, pensaba que sería más feliz. Luego lo llevé un paso más allá. Si pudiera ser un poco más delgada, un poco más agradable, un poco más simpática... 

De lo que no me di cuenta es de que, sencillamente, no me gustaba quien era. Me sentía insegura, nunca pensaba que fuera lo suficientemente digna o buena. No me gustaba lo que veía en el espejo. Ni siquiera podía ponerme loción corporal en las piernas por lo mucho que odiaba mi cuerpo, me odiaba a mí misma, todo por lo que otra persona me hizo.

Nunca quise reconocer la agresión, ni para mí ni ante nadie. Incluso, cuando me hice adulta y pude entender que lo que me había pasado no era culpa mía —que los sentimientos que tenía sobre mí misma estaban arraigados en el trauma de hace mucho tiempo— no sirvió de nada. De alguna manera, pensé que estaría bien no hablar de ello.

Pero estaba equivocada.

Tuve un gran despertar en 2016, cuando me uní al Symetra Tour. Robert Karlsson, un jugador de la Ryder Cup que conocí a través del equipo nacional sueco fue mi mentor en aquel entonces. En ese momento, estaba luchando con mis emociones en el campo. Él me empujó a profundizar y a entender las razones por las que reaccionaba así. Se me ocurrió una cosa. Al principio no me pareció importante. Pero volvía una y otra vez. Pensé: «Quizá haya algo ahí. Tal vez debería decírselo a Robert».

Un día, en aquella habitación de hotel en Greenwood, Carolina del Sur, le conté que había sufrido abusos sexuales de niña. Cuando me miró, con una mezcla de conmoción y empatía en su rostro, todo mi mundo se vino abajo. Lloré incontroladamente. Dieciséis años de secretos se derramaron con cada lágrima y cada jadeo.

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Madelene y Robert Karlsson.

No tenía ni idea de cómo me afectó el hecho de que un hombre en el que confiaba abusara sexualmente de mí. Todos esos años, me culpé a mí misma. Me odié a mí misma. Desprecié mi cuerpo y me hice daño mental y físicamente. Ese día me persiguió. Tuve pesadillas sobre ello e hice todo lo que pude para escapar.

«Decírselo a Robert... me hizo sentirme libre.»

Decírselo a Robert fue la mayor liberación que he tenido nunca. Me hizo sentirme libre. Es una gran razón por la que gané tres veces en 2016 y obtuve mi tarjeta del LPGA Tour. Ya no sentí que me escondía. Sentí que podía hacer lo que quisiera. Sentí que estaría bien.

Robert entendió el dolor que había llevado durante tantos años. En el campo de golf, experimentamos muchos de los mismos pensamientos. Él sabía de dónde venía yo como jugadora, así que me sentí realmente libre para hablar con él. Era mi aliado. Era alguien en quien podía confiar al 100% y que me proporcionaba el consejo y el apoyo que necesitaba.

Juntos decidimos que tenía que decírselo a mis padres. Ese fue uno de los peores días de mi vida.

Sabía que decírselo sería abrumador y emotivo, así que escribí un guion e hice una grabación de voz. Me senté en mi apartamento, con Robert en FaceTime y mis padres en Skype. Ellos estaban como, «¿Por qué está Robert aquí?» Y yo les dije: «Ya lo descubrirán». Entonces les puse la grabación. Mientras escuchaba, me di cuenta de que esto es lo peor que los padres pueden escuchar de su hijo. No puedo hacerles nada peor. Se lo tomaron muy mal. Quiero decir, ¿cómo se puede tomar esa noticia? Pero decírselo nos ha acercado. Me siento mucho más abierta con ellos, y mucho más cómoda diciéndoles cómo me siento. Creo que ellos aprecian esa franqueza y también ven un lado diferente de mí.

Cuando tenía 7 años, me ocurrió algo horrible. Fue un suceso que me asustó y moldeó mi autoestima durante demasiado tiempo. La mejor decisión que tomé fue compartir mi secreto con mi mentor y amigo, Robert Karlsson, en aquella habitación de hotel. Y luego seguir contándoselo a la gente que me rodeaba.

«El día que compartí mi secreto, todos mis muros se derrumbaron.»

Fue el comienzo de un nuevo capítulo en mi vida, de sentirme bien siendo simplemente yo. El día que compartí mi secreto, todos mis muros se derrumbaron. Todo lo que había construido durante tantos años cayó al suelo.

Durante tanto tiempo, nunca pensé que se lo diría a nadie. Iba a ser mi secreto para siempre. Estoy tan feliz de que no lo sea.

Encontrar mi voz y mi valor para compartir mi experiencia me ha llevado tiempo. La supervivencia es un proceso continuo. Como atleta profesional, tengo la visibilidad para marcar la diferencia y conectar con otras personas que puedan haber sufrido abusos sexuales. Si toco una vida contando mi historia, todo habrá valido la pena.

«Si toco una vida contando mi historia, todo habrá valido la pena.»

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