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Editorial

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A un año de la 4T

Fernando de Buen

A mi extrañadísimo padre, Néstor de Buen Lozano,
en su cumpleaños 94 y a poco menos
de cuatro años de su partida.
Las noticias de golf brillaron por su ausencia en el pasado fin de semana y, tras 24 horas de estar buscando un tema interesante para compartirlo con ustedes, sentí el fracaso sobre mis hombros. En cambio, la efervescencia política tocó el día de ayer, uno de sus puntos más altos en el escenario mexicano. Dos eventos organizados con el mismo motivo —el primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador y su Cuarta Transformación—, pero con motivaciones diferentes.

En la política de nuestro país no hay coincidencias. Ante la exitosa convocatoria que estaba logrando la marcha de protesta —una caminata entre el Ángel de la Independencia y el Monumento a la Revolución—, en el Palacio Nacional decidieron organizar su propia fiesta y convocaron para ello a organizaciones corporativistas y a los estados bajo el mando de Morena.

Los contrastes no pudieron ser mayores.

Aunque la cantidad es muy difícil de estimar, ya que durante más de 40 minutos estuvo cubierto en su totalidad el recorrido entre los dos monumentos, la marcha Todos juntos por MX (desconozco el nombre oficial y me baso únicamente en el
hashtag correspondiente), bien pudo haber sumado algún número entre los 20 mil y 30 mil asistentes. Cabe aclarar que cada uno de nosotros, llegamos por nuestros propios medios y no recibimos nada a cambio, más allá de la satisfacción de haber sido parte de una voz que aún no ha sido atendida —ni lo será— por el gobierno. Este mismo esfuerzo se replicó en muchas otras ciudades del país, algunas con gran convocatoria, otras con poca. La presencia de líderes de opinión y los hermanos Adrián y Julián LeBarón, reforzó al evento. Me conmovió profundamente una lona con el texto: «Le Baron tus muertos son nuestros muertos».
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Al no poder estimar cuántos ciudadanos estaríamos en la caminata de protesta, quedaría garantizado que el Zócalo capitalino luciría lleno, contratando grupos y orquestas como Los Salmerón, la Sonora Santanera y otros, más el espectacular escenario, luces, equipos de sonido, etc. Millones de pesos invertidos con costo al erario, es decir, tú, yo, nosotros y ellos.

Adicionalmente, al más puro estilo de su padre, el PRI, Morena se valió del acarreo y contrató cientos de autobuses para trasladar gente desde sus ciudades de origen, a cambio de su lunch y algo más, probablemente el compromiso de asistir para no perder su trabajo en alguna oficina de gobierno.

Al término del evento, El Universal publicó en su sitio web que al AMLOfest habían asistido 250 mil personas, mientras que a la marcha solo unas 5000. Sin duda, una colosal mentira del tamaño de la plancha que marca el origen de todas las distancias en el país. A un tuit del genial caricaturista Paco Calderón (@CartonCalderon), que citó este contraste de cantidades, mencionando que él tenía «otros datos», me permití responderle con otro, que cito a continuación: «El Zócalo mide 46,800 m² con todo y calles. Quitando accesos y templete, no deben sobrar más de 40,000 m². Para meter 250,000 personas en esa área, se requerirían más de seis personas/m². ¿Con esos huecos en la plancha? ¡Que no mam...! Pero hay quien les cree.» Analizando la fotografía que publicó Calderón (abajo izq.), estimo que el número de asistentes pudo llegar a 60 mil como máximo. Esto no solo ratifica al gobierno en su papel de mentiroso crónico, sino que, además, muchas instituciones periodísticas están a su servicio, a pesar de que en el caso de El Universal hay un evidente respeto por la diversidad de opinión de sus editorialistas. 
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De nuevo, la aplanadora gubernamental contra la opinión pública. 

Lo grave de todo esto es que el propio informe que ofreció el presidente está plagado de mentiras, como ha quedado demostrado por periodistas independientes que se han dado la tarea de investigar las afirmaciones de AMLO. Valga solo un ejemplo:

Macario Schettino (@macariomx), uno de los más renombrados analistas del entorno económico en general, menciona en su artículo «Dos eventos»: «López Obrador engarzó mentiras completas con medias verdades, en un discurso polarizante, como todos los suyos. Por ejemplo, afirmó que habían llegado a México 26 mil millones de dólares, y que eso era un récord. Como lo vimos la semana pasada, es una cifra 12 por ciento inferior al mismo periodo de 2018. Sostuvo que en su gobierno el peso se ha fortalecido y ha crecido el índice de la Bolsa de Valores, porque el golpe del aeropuerto lo dio un mes antes de llegar a la Presidencia. Comparando con el nivel previo a su brillante idea, el peso ha perdido 1.2 por ciento de su valor, en promedio mensual, casi 3 por ciento contra la última sesión de noviembre. La Bolsa ha perdido 4 por ciento de su valor contra octubre del año pasado, casi 15 por ciento contra septiembre, antes de que Morena tomara el control del Congreso, y con ello del país… Un Presidente (sic) mentiroso es un problema mayor, porque sus mentiras serán evidentes tarde o temprano, y en el caso presente, será más bien temprano. Sorprende que muchos que perciben ese problema en Trump, no lo puedan identificar en López Obrador».

El denominador común de este gobierno ha sido y seguirá siendo la división. Lejos de buscar un punto de reconciliación en el país, continúa su esfuerzo por separar a chairos y fifís, ampliando cada vez más la grieta que nos separa a unos y a otros, incluso en el ámbito familiar.

Cierro con una reflexión personal: el resultado de la votación del pasado 1 de julio fue abrumador en favor del candidato de Morena y pretender discutir su legitimidad está fuera de toda lógica. No voté por AMLO, pero, aunque no comparto su programa, le di la bienvenida al proyecto que le dio la presidencia, con la mejor disposición de ser parte del crecimiento de México. Sin embargo, desde aquella encuesta patito que acabó con el NAIM, el tabasqueño nos hizo ver a todos (los que quisimos ver), que su forma de gobernar no estaría del lado de la ley, lo que no resultaría tan peligroso, si no tuviera al Congreso bajo sus órdenes. Desde antes que su toma de posesión, la Constitución y los organismos independientes —ASEA, CRE, CONEVAL, PEMEX y la CNDH— han sido un estorbo para la consolidación de su autocracia y sus sueños de mantenerse en el poder más allá de su sexenio, razón por la cual los está desmantelando, colocando a sus incondicionales al frente de cada uno de ellos. El siguiente paso será hacer lo propio con el INE y la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Insisto, lo único que pido es que nuestro presidente actúe conforme a la ley, al Estado de derecho, con respeto irrestricto a los derechos humanos y un método realista de combatir la violencia, que ha dejado ya más de 31 mil muertos. Hasta ahora, no lo ha hecho.

¿Es mucho pedir?

fdebuen@par7.mx