De nuevo, la aplanadora gubernamental contra la opinión pública.
Lo grave de todo esto es que el propio informe que ofreció el presidente está plagado de mentiras, como ha quedado demostrado por periodistas independientes que se han dado la tarea de investigar las afirmaciones de AMLO. Valga solo un ejemplo:
Macario Schettino (
@macariomx), uno de los más renombrados analistas del entorno económico en general, menciona en su artículo «
Dos eventos»: «López Obrador engarzó mentiras completas con medias verdades, en un discurso polarizante, como todos los suyos. Por ejemplo, afirmó que habían llegado a México 26 mil millones de dólares, y que eso era un récord. Como lo vimos la semana pasada, es una cifra 12 por ciento inferior al mismo periodo de 2018. Sostuvo que en su gobierno el peso se ha fortalecido y ha crecido el índice de la Bolsa de Valores, porque el golpe del aeropuerto lo dio un mes antes de llegar a la Presidencia. Comparando con el nivel previo a su brillante idea, el peso ha perdido 1.2 por ciento de su valor, en promedio mensual, casi 3 por ciento contra la última sesión de noviembre. La Bolsa ha perdido 4 por ciento de su valor contra octubre del año pasado, casi 15 por ciento contra septiembre, antes de que Morena tomara el control del Congreso, y con ello del país… Un Presidente (sic) mentiroso es un problema mayor, porque sus mentiras serán evidentes tarde o temprano, y en el caso presente, será más bien temprano. Sorprende que muchos que perciben ese problema en Trump, no lo puedan identificar en
López Obrador».
El denominador común de este gobierno ha sido y seguirá siendo la división. Lejos de buscar un punto de reconciliación en el país, continúa su esfuerzo por separar a chairos y fifís, ampliando cada vez más la grieta que nos separa a unos y a otros, incluso en el ámbito familiar.
Cierro con una reflexión personal: el resultado de la votación del pasado 1 de julio fue abrumador en favor del candidato de Morena y pretender discutir su legitimidad está fuera de toda lógica. No voté por AMLO, pero, aunque no comparto su programa, le di la bienvenida al proyecto que le dio la presidencia, con la mejor disposición de ser parte del crecimiento de México. Sin embargo, desde aquella encuesta patito que acabó con el NAIM, el tabasqueño nos hizo ver a todos (los que quisimos ver), que su forma de gobernar no estaría del lado de la ley, lo que no resultaría tan peligroso, si no tuviera al Congreso bajo sus órdenes. Desde antes que su toma de posesión, la Constitución y los organismos independientes —ASEA, CRE, CONEVAL, PEMEX y la CNDH— han sido un estorbo para la consolidación de su autocracia y sus sueños de mantenerse en el poder más allá de su sexenio, razón por la cual los está desmantelando, colocando a sus incondicionales al frente de cada uno de ellos. El siguiente paso será hacer lo propio con el INE y la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Insisto, lo único que pido es que nuestro presidente actúe conforme a la ley, al Estado de derecho, con respeto irrestricto a los derechos humanos y un método realista de combatir la violencia, que ha dejado ya más de 31 mil muertos. Hasta ahora, no lo ha hecho.
¿Es mucho pedir?