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Editorial

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La confianza por la legalización de las apuestas en el PGA Tour, sufrió un revés

Entre los momios y las momias

Fernando de Buen

Desde hace ya varios años, el PGA Tour ha venido persiguiendo la posibilidad de integrar a la Gira en el mundo de las apuestas, un negocio que en los últimos años ha tenido un crecimiento exponencial, gracias a la posibilidad de la participación de los aficionados por Internet. Sin embargo, no era posible avanzar en el proyecto debido a que estaba prohibido por ley, y no fue sino hasta el año pasado, cuando una decisión de la Suprema Corte de los Estados Unidos abrió las puertas para que organismos deportivos como la NBA o la MLB —a la que se sumó recientemente el PGA Tour— estén buscando una rebanada de ese tentador pastel.

En cuanto a la preparación del Tour para facilitar la mayor información posible a los potenciales apostadores, el comisionado Jay Monahan mencionó: «Durante los últimos dos años hemos puesto todos los sistemas en su lugar, mediante la integración de un programa de monitoreo con nuestra tecnología ShotLink, con la finalidad de estar en posición de participar».

La tecnología ShotLink ha sido puesta en práctica desde hace ya varias temporadas en los torneos del Tour, permitiendo que cualquier interesado conozca las características de cada golpe de cada jugador durante una competencia, señalando distancia recorrida, precisión y la longitud resultante a la bandera, facilitando con ello conformar un cuerpo estadístico increíblemente completo. Eso es, precisamente, lo que buscan los apostadores para definir a sus favoritos en cada oportunidad.

Este cúmulo de información permitirá, por una parte, que quienes arriesguen su dinero puedan medir en tiempo real sus posibilidades de ganar o perder, mientras que, por la otra, le dará un aliciente adicional a los aficionados para seguir estas trasmisiones.

Ahora bien, a diferencia de las citadas organizaciones deportivas, que por tratarse de equipos y no de personas, tienen la obligación de presentarse en cada evento de la temporada, sin la posibilidad de decidir no hacerlo, en los circuitos profesionales de golf, al menos en el PGA Tour, sus giras asociadas y el Tour Europeo, los jugadores son contratistas independientes y no tienen ninguna obligación de participar en un torneo. En primera instancia, esto podría no parece importante para el desarrollo del mismo y, de hecho, así ha funcionado por siempre, pero, en el mundo de las apuestas, este no es un asunto menor y se puede volver una pesadilla para el Tour.

Por cuestión de transparencia, cada equipo de la NBA, MLB u organismos afines, proporciona con antelación a un encuentro, la información más relevante acerca de quiénes participarán y, si es el caso, si hubiese algún lesionado que no lo hará. Esta información afecta a los momios (índice del pago en relación con el monto invertido), pues afecta a los resultados y, por ello, debe ser divulgada oportunamente.

En el caso del golf, cualquier jugador puede inscribirse un torneo y decidir no jugarlo minutos antes de su salida o iniciar y renunciar a continuarlo durante cualquiera de las rondas. Tal fue el caso del australiano Jason Day quien, tras solo seis hoyos jugados, decidió retirarse del Arnold Palmer Invitational, la semana pasada, aduciendo una posible lesión en la espalda.

Para efectos prácticos, cualquiera que hubiese apostado en su favor —los momios lo colocaron como uno de los favoritos para ganar el torneo, después de dos top-5 consecutivos—, perdió su dinero en forma automática. Para muchos, por supuesto, esta posibilidad es parte del propio juego, y quien arriesga siempre estará expuesto a perder su dinero de esta forma.

Ahora bien, citando al famoso dicho de «piensa mal y acertarás», ¿qué pasaría si la renuncia de Jason Day al torneo de Bay Hill no se debió a una supuesta lesión en la espalda, sino al soborno por parte de alguna mafia a cargo de centros de apuestas? Si el famoso book recibió millones de dólares en favor del otrora número 1 del mundo, sería dinero seguro para ellos y bien podrían ofrecerle una tajada de dicha cantidad al jugador para que no se presente o renuncie tras un cierto número de hoyos jugados. Insisto, nada le impide —al menos hasta ahora— renunciar a un torneo en cualquier momento, antes o durante su celebración.

Pues bien, tal posibilidad salió a la luz y, sin pretender culpar al superestrella australiano, se contempla ya la posibilidad de que los enormes montos que se acumulan en centros de apuestas provoquen una eventual manipulación de los resultados. Esto acabaría de golpe con la posibilidad de que el PGA Tour genere mediante comisiones legales una nueva fuente de ingresos para sus integrantes, y las apuestas —al menos en el golf— regresen al mercado negro.

No tengo duda de que el Tour ya contempla la búsqueda de soluciones para estos casos. Veremos qué resuelve.

fdebuen@par7.mx