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Editorial

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García y Fowler.

El extraño caso del Dr Fowler y Mr García

Fernando de Buen

El pasado domingo, con pocas horas de diferencia —los respectivos husos horarios de Arabia Saudita y Arizona— sucedieron dos eventos que marcaron un contraste que fue del blanco al negro o viceversa, si consideramos el orden cronológico.

Se trata, por una parte, del valioso triunfo de Rickie Fowler en el Waste Management Phoenix Open (WMPO), del PGA Tour y, por la otra, de la degradante actuación de Sergio García en la edición inaugural del Saudi International, del Tour Europeo.

Tras un error con un approach desde 35 yardas a la bandera que terminó en el agua, Rickie dropeó su bola en la orilla, a poco más de medio metro de la orilla del lago, con una pendiente que evidenciaba el alto riesgo de tal decisión, sobre todo, cuando a unos metros había un círculo de dropeo en terreno plano. Con la bola ya en reposo —y en juego—, Fowler ascendió a la superficie del green para estimar su siguiente golpe cuando, sorpresivamente, sin haber sido movida por un agente externo, la bola se desplazó por causa de la gravedad y lo resbaloso de césped húmedo, y terminó también en el agua. Sorprendido por lo que estaba viendo, el todavía líder del WMPO tomó las cosas con calma, llevó a cabo el procedimiento de drop una vez más —consciente de que tenía que añadir un golpe más a su cuenta—, pegó su bola al green y embocó un putt excepcional desde casi 17 pies, para anotarse un inesperado 7 —triple-bogey—, perdiendo casi toda la ventaja con la que había salido al recorrido final. Un bogey más en el siguiente hoyo, aunado a los birdies que logró Branden Grace en los hoyos 12 y 13, colocaron a Rickie en segundo lugar, forzándolo a sobreponerse a la frustración de la mala decisión de su dropeo y, con su fortaleza de carácter, pudo conseguir dos birdies en el resto del trayecto y terminar ganando por dos golpes su quinto título en el PGA Tour.
Rickie Fowler y la demostración del carácter que se requiere para ser un verdadero campeón.
En la parte oscura de historia, el español Sergio García perdió completamente el control de su temperamento en la tercera ronda del torneo saudí y se comportó como un verdadero patán, llegando a dañar cinco greens mediante golpes con el putter o arrastrando los spikes —ambas cosas en forma intencional—, más un pavoroso berrinche que hizo en un búnker, al parecer, porque estaba mal reparado por un caddie de algún grupo anterior al suyo. En un concierto de altisonancias y golpes a la arena con su sandwedge, el Niño, de 39 años, mostró una absoluta falta de carácter, haciendo un ridículo que ya le dio la vuelta al mundo, a través de las redes sociales alrededor del golf.
El berrinche de Sergio García en un búnker, una de las peores escenas que se recuerdan en el golf internacional.
Actos como el del peninsular se siguen dando en el golf profesional, porque los oficiales han sido muy poco reactivos a estas faltas, a pesar de que el propio libro de Reglas de Golf señala penalizaciones para las mismas, que van desde una amonestación hasta la descalificación del protagonista. Sin embargo, en esta ocasión, quizá más por tratarse de un golfista famoso, los oficiales del Tour Europeo decidieron —ahora sí— aplicar el reglamento y descalificar a Sergio, lo que hicieron hasta el día siguiente. Ojalá sirva de ejemplo para ocasiones futuras.

Obviamente arrepentido por los sucesos del día anterior, Sergio se disculpó con sus compañeros del Tour y se comprometió a no repetir sus errores en el futuro. No obstante, ese mismo carácter que lo ha convertido en el máximo ganador de la historia en la Copa Ryder, cuando se sale de control, puede convertir al jugador en un frasco de nitroglicerina y estallar al menor movimiento. 

Tal parece que Fowler y García son una versión moderna del Extraño caso del Dr Jekyll y Mr Hyde, en la genial obra de Robert Louis Stevenson, extrapolando la doble personalidad del personaje de la famosa novela a estos dos golfistas.

Para fortuna de quienes amamos al golf, el triunfo de Fowler y la debacle de García se dieron en tiempos coincidentes, haciendo inevitable la comparación entre el papel de ambos jugadores y, por supuesto, de un resultado que demuestra por enésima vez, que el autocontrol es una de las más poderosas armas de los campeones en cualquier deporte.

El análisis de estos casos debería de ser una lectura obligada para los golfistas, pues serviría también para darnos cuenta de que un mal hoyo, aunque haya sido causado por una decisión errónea, tiene solución si mantenemos la cabeza fría y la confianza en nuestra capacidad de recuperación. Si una falla llegase provocar un tremendo coraje y el consecuente descontrol, las posibilidades de rescatar la ronda se reducen al mínimo, en la mejor de las opciones.

No olvidemos que el golf es un fiel reflejo de la vida, y que las actitudes en el campo no son más que réplicas de la cotidianidad. Si cometemos un yerro en el trabajo, requeriremos de toda la calma y concentración para solucionarlo, minimizando los posibles daños; no debería existir razón alguna que justifique nuestra incapacidad para reaccionar de la misma forma en los fairways y greens.