Actos como el del peninsular se siguen dando en el golf profesional, porque los oficiales han sido muy poco reactivos a estas faltas, a pesar de que el propio libro de Reglas de Golf señala penalizaciones para las mismas, que van desde una amonestación hasta la descalificación del protagonista. Sin embargo, en esta ocasión, quizá más por tratarse de un golfista famoso, los oficiales del Tour Europeo decidieron —ahora sí— aplicar el reglamento y descalificar a Sergio, lo que hicieron hasta el día siguiente. Ojalá sirva de ejemplo para ocasiones futuras.
Obviamente arrepentido por los sucesos del día anterior, Sergio se disculpó con sus compañeros del Tour y se comprometió a no repetir sus errores en el futuro. No obstante, ese mismo carácter que lo ha convertido en el máximo ganador de la historia en la Copa Ryder, cuando se sale de control, puede convertir al jugador en un frasco de nitroglicerina y estallar al menor movimiento.
Tal parece que Fowler y García son una versión moderna del Extraño caso del Dr Jekyll y Mr Hyde, en la genial obra de Robert Louis Stevenson, extrapolando la doble personalidad del personaje de la famosa novela a estos dos golfistas.
Para fortuna de quienes amamos al golf, el triunfo de Fowler y la debacle de García se dieron en tiempos coincidentes, haciendo inevitable la comparación entre el papel de ambos jugadores y, por supuesto, de un resultado que demuestra por enésima vez, que el autocontrol es una de las más poderosas armas de los campeones en cualquier deporte.
El análisis de estos casos debería de ser una lectura obligada para los golfistas, pues serviría también para darnos cuenta de que un mal hoyo, aunque haya sido causado por una decisión errónea, tiene solución si mantenemos la cabeza fría y la confianza en nuestra capacidad de recuperación. Si una falla llegase provocar un tremendo coraje y el consecuente descontrol, las posibilidades de rescatar la ronda se reducen al mínimo, en la mejor de las opciones.
No olvidemos que el golf es un fiel reflejo de la vida, y que las actitudes en el campo no son más que réplicas de la cotidianidad. Si cometemos un yerro en el trabajo, requeriremos de toda la calma y concentración para solucionarlo, minimizando los posibles daños; no debería existir razón alguna que justifique nuestra incapacidad para reaccionar de la misma forma en los fairways y greens.