Mobirise
portfolio site templates

Editorial

Mobirise

Andrés Manuel López Obrador.

Divide y vencerás

Fernando de Buen

Dīvide et īmpera

La frase fue utilizada en su momento por Julio César y Napoleón Bonaparte, dos de los más poderosos estadistas militares en la historia de la humanidad. De acuerdo con Wikipedia: «La característica típica de esta técnica, consiste en crear o alimentar disputas y controversias entre las facciones originales. Al proceder de esta manera, se contribuye al debilitamiento y posterior deterioro de las relaciones entre las facciones o tribus dominadas, haciendo imposible o dificultando las alianzas o coaliciones entre ellas, lo que, si se llegara a concretar, podría cuestionar el orden establecido».

A fuerza de golpear a unos y acariciar a otros, el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, continúa con su campaña permanente de alienación de conciencias, con el fin de lograr la total polarización del pueblo, ya que los enemigos que surgen —o que él inventa como tales— son el alimento necesario para saciar el hambre —odio— de sus allegados.

Quien no está con él, está contra él.

Siguiendo la teoría de George Orwell en su magistral 1984, la creación de estados enemigos es esencial para aumentar el apego al líder. Entre la gente fifí, los medios amañados, los periodistas que no escriben lo que él quiere o la mafia del poder, surgen los Emmanuel Goldstein que el Gran Hermano moldea para manipular el odio de sus seguidores. No darnos cuenta de ello o negarlo rotundamente, bien podría ser una muestra de que su mensaje ha logrado penetrar profundamente en nuestro interior.

Lo de la consulta fue, evidentemente, una intencional tomadura de pelo. El preconcebido resultado y la consecuente cancelación del NAIM no fueron más que una muestra de fuerza bruta para decirle a los poderes económicos que nadie está por encima de él, cueste lo que cueste.

Quien haya visto la conferencia de prensa del pasado lunes 20, habrá notado el gozo que siente al percibirse más cerca que nunca del Olimpo. Ya maneja los hilos del Cielo, pero necesita el trono, sentir al águila y a la serpiente cuidando sus espaldas y dar el paso definitivo para convertirse en el nuevo dios de la mitología mexicana, el huēy tlahtoāni de la cuarta transformación.

Pero, al igual que quienes lo antecedieron en el Templo Mayor, necesita de sacrificios humanos, de arrancar corazones de pechos abiertos y dejar que la sangre corra escalera abajo, mientras los suyos, en movimientos acompasados e hipnóticos, se deshacen en loas al nuevo Señor del Aztlán. Por eso, precisa de seguir dividiendo a pueblos, sociedades, clases sociales y familias; para que, dada la oportunidad, pueda alimentar el amor de unos con el odio de otros.

Dividir con frases, como: «Aunque a los fifís no les guste, la consulta va», «Les guste o no les guste a nuestros adversarios, a los fifís, a la prensa fifí, vamos a construir el Tren Maya. Me canso ganso». Adversarios, prensa fifí, les guste o no les guste, ¿son términos propios de quien ya ejerce la jefatura del Estado?

Parecería que no se ha enterado que ganó la elección con 30 millones de votos y que, en vez de ello, va a una hipotética segunda vuelta, porque lejos de promover la concordia y restañar las heridas, sigue buscando la forma de hacerlas más profundas, dañinas y dolorosas.

¿De qué otra forma se podría explicar la invitación a su ceremonia de coronación, a un genocida como Nicolás Maduro, que parece posar orgulloso con la bota en el cuello de su pueblo herido y famélico? Es para añadirle el ingrediente de odio y polarización que hará de su ascensión un momento perfecto.

A la luz de los hechos, es evidente que ha decidido continuar permanentemente con su metodología y seguir buscando mantener a un México totalmente dividido durante los seis años que dure su imperio (a menos que encuentre la forma de eternizarlo). Así le funcionó en el camino a julio y así seguirá hasta 2024.

¿Y al país?

Al país no le pasará nada —dice—. Me parece escuchar su voz acompasada, incapaz de ligar más de cinco palabras sin una eterna interrupción intermedia: Mi sola presencia acabará con la corrupción, el fin de la corrupción alentará la economía, el país crecerá y seremos todos un país feliz (bueno, medio país lo será, viendo desangrarse a la otra mitad).

Divide y vencerás.

fdebuen@par7.mx