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Grandes debacles en golf

Fernando de Buen

El pasado domingo en Shangai, durante la final del WGC-HSBC Championship, Dustin Johnson desperdició una ventaja de seis golpes sobre el segundo lugar, para terminar perdiendo por dos ante el inglés Justin Rose.

Si bien es algo que se repite con cierta frecuencia en el golf internacional, es muy difícil imaginar que le suceda al número 1 del mundo, ya que esa posición presupone que quien la ocupa, aunque sea joven, tiene la experiencia suficiente para sobreponerse a los errores iniciales de una ronda y evitar que ésta se convierta en una debacle.

Nada más falso.

Salvo contadas excepciones, los más grandes jugadores de la historia han sufrido una o más de estas desafortunadas experiencias que terminan pasando a la historia como fracasos, cuando bien pudieron hacerlo como triunfos.

Quien conoce la historia de Dustin Johnson, recordará su histórico error en la final del U.S. Open de 2010, en Pebble Beach, donde dejó ir una ventaja de tres golpes por una serie de pésimas decisiones en golpes sucesivos en el hoyo 2. Un más que manejable bogey se convirtió en un triple, al que ya desesperado le añadió otros errores durante el resto del recorrido, firmando tarjeta de 82, 11 arriba, terminando el torneo en 5 arriba.

Otro de los grandes de la actualidad, Jordan Spieth, vivió su propio Waterloo en el Masters del año pasado. Tras cerrar los primeros nueve hoyos con cuatro birdies, para tomar una ventaja de cinco golpes con solo nueve por jugar, el texano le hizo bogey al 10 y 11, para después sucumbir en el 12, par 3, tirando dos bolas al agua y saliendo con un 7. En tan solo tres hoyos su ventaja se desvaneció por completo y terminó perdiendo por dos.

En esos mismos nueve hoyos, durante el major de 2011, Rory McIlroy tiró una ventaja de cuatro golpes, finalizando con un 80 que incluyó un triple-bogey en el 10.

Y si seguimos hablando de los mismos hoyos, es indispensable remitirnos al más grande fracaso de la historia moderna del golf. Le sucedió Greg Norman en 1996 (foto), quien llegó a la ronda dominical con seis golpes de ventaja sobre el segundo lugar, Nick Faldo; al cabo de los primeros nueve hoyos el australiano había tirado tres bogeys y un birdie contra tres birdies y un bogey del inglés. La diferencia se había reducido a dos. El Amen Corner le cobró una onerosa factura al Tiburón Blanco, cometiendo 20 años antes los mismos errores de Spieth; bogey en los hoyos 10 y 11 —donde llegó el empate de Faldo—, más cuádruple bogey en el 12, la antesala de su inevitable derrota. Mientras Nick hizo tres birdies más entre los hoyos 13 y 18, Greg hizo birdies en los par 5 —13 y 15—, pero al par 3 del 16 le hizo doble-bogey, firmando tarjeta de 78, mientras que Faldo entregaba una de 67, para alcanzar 2 bajo par y asegurar su tercer Masters.

Otro caso que pasó la historia fue el del francés Jean Van de Velde durante el Open Championship de 1999, en Carnoustie. Tras haber jugado un golf extraordinario en 71 de los 72 hoyos del campeonato, llegó al hoyo final con ventaja de tres golpes, por lo que solo necesitaba un doble-bogey para convertirse en el primer galo que ganara dicho torneo desde 1907. Una mala salida a la hierba alta del lado derecho lo llevó a su primera mala decisión; en lugar de sacrificar uno de los golpes que le sobraban para regresar al fairway, optó por buscar el green, pero su bola golpeó la grada y regresó al rough alto que antecede al Barry’s Burn, el famoso arroyo que divide al fairway del green en dicho hoyo. En otra pésima decisión, volvió a buscar el green, pero solo encontró el agua. Tras pasar algunos minutos decidiendo si jugarla desde dentro del arroyo o allanarse a un golpe de castigo, optó por lo segundo, dropeando su bola en el rough; no encontró el green y su bola se fue el búnker del lado derecho, desde donde tiró approach y putt para cerrar con un ominoso 7. Minutos después sería derrotado en desempate por el escocés Paul Lawrie.

Si bien los casos de Johnson y Norman tenían antecedentes que hubiesen podido causarles distracciones, algunos otras de los cerebros más poderosos de la historia de este deporte, también se derritieron en una ronda final.

Arnold Palmer —quien se sobrepuso a un déficit de siete golpes en la ronda final del U.S. Open de 1960 para ganar el torneo— seis años después dejó ir una ventaja similar en los últimos nueve hoyos del mismo evento, para terminar empatando con Billy Casper —quien hizo un extraordinario 32 en los nueve finales— y perder con él al día siguiente en la ronda de desempate.

Casos parecidos los vivieron inmortales como San Snead (U.S. Open de 1939 y1947), Phil Mickelson (U.S. Open 2006), Ben Hogan (Masters 1946) y, hasta la propia Lorena Ochoa vivió una desagradable experiencia en el U.S. Women’s Open de 2005, donde solo necesitaba un par en el hoyo final para ganar el campeonato, pero los nervios la hicieron golpear su driver muy atrás de la bola, que terminó en el agua muy cerca de la salida. Su tercer tiro —optando por hacerlo desde la misma mesa— encontró el rough y el siguiente la grada; terminó haciendo ocho golpes.

Algunos expertos, como nuestro especialista en psicología deportiva de alto rendimiento, el psicoanalista Alejandro Gómez Cortés, culpan al estrés y sus consecuencias fisiológicas de estas desafortunadas cadenas de errores y malas decisiones. «Un hoyo malo puede no tener consecuencias —nos comenta el experto—, pero dos consecutivos o cercanos pueden generar pensamientos negativos en el jugador, reducir su confianza, limitar su capacidad de análisis y llevarlo a tomar malas decisiones que conllevan a más fallas; esto aunado a un estado de tensión muscular que impide que el cuerpo se desempeñe con la soltura necesaria durante el swing».

¿Cómo solucionarlo? «Haciendo conciencia del arribo de pensamientos negativos —como podría serlo un mal golpe en un punto cercano al que está nuestra bola durante una ronda anterior— y desarrollar la capacidad de eliminarlos en el momento que aparecen en nuestra mente, sustituyéndolos por el recuerdo de buenos tiros, por la búsqueda de un estado de relajación, o bien, en una forma mucho más simple: haciendo un conteo despacio del 1 al 5 y de regreso, mientras toca el turno de otro jugador, evitando en el proceso cualquier otro pensamiento. De esta forma, la mente mantendrá un estado positivo y el cuerpo la necesaria soltura para ejecutar el golpe que el jugador requiere», concluye Gómez Cortés.

Como cité líneas arriba, algunos de los más grandes golfistas de la historia han sufrido estas terribles debacles y muy pocos se han salvado de caminar por estos pantanos. Aunque han tenido sus malos momentos, yo mencionaría a los que muchos consideramos como los dos más grandes golfistas de la historia: Jack Nicklaus y Tiger Woods.

fdebuen@par7.mx


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