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Fue dado de alta por sus médicos

Tiger puede volver a ganar

Fernando de Buen

Antes de iniciar con la editorial de esta semana, quiero agradecer todos los amables comentarios, con motivo de mi pasado artículo acerca del regreso de Tiger Woods (aquí).

De Tiger hay demasiadas cosas que decir y me tomaré la libertad de aprovechar la inercia que él mismo inició hace una semana, para seguir estudiando sus posibilidades de regresar y ganar torneos.

Como ya habrá quedado suficientemente claro en la edición pasada, yo soy de los que piensan que la edad no es en absoluto un obstáculo para que el californiano pueda levantar su trofeo número 80 en el PGA Tour. Está más que comprobado que la probable falta de distancia —más un asunto de acondicionamiento físico que de la propia edad— puede ser perfectamente sustituible por una estrategia que favorezca a la precisión sobre la distancia y hacer del juego corto y del putt las mayores fortalezas.

En el caso de Tiger, al menos en los últimos torneos donde lo vimos jugar, la distancia no era un problema y si, en cambio, los errores costosos en tiros de acercamiento, que no eran otra cosa que el producto de la falta de práctica, por causa de sus múltiples lesiones. Ha tenido —y seguirá teniendo— tiempo de sobra para afinar su técnica en tiros a green y rescatar su increíble capacidad de resolver los más enredados acertijos para poner la bola cerca del hoyo bajo casi cualquier circunstancia en sus alrededores. Aun con tantos meses fuera del campo de golf, me parece muy difícil que hubiese podido perder esa incomparable capacidad para leer cada green, sin importar las características de su construcción o el tipo de césped que lo cubre; encontrar el toque con el putter que obedezca a la intención de golpe, es cosa de práctica, mucha práctica.

De acuerdo con los expertos, la mecánica de su swing actual es altamente prometedora, pero también debemos considerar que los contados videos que hemos podido observar en fecha reciente deben haber sido seleccionados entre los mejores de cada sesión, y será cosa de esperar para corroborar si en un torneo podría tener la regularidad de antaño. Ese, por tanto, es un capítulo simplemente prometedor, pero su consolidación está sujeta a que el propio Tiger nos demuestre su capacidad para mantener la maquinaria de su cuerpo funcionando como un reloj.

La estrategia de juego no debería de ser un problema para quien ha acumulado tantas victorias en su carrera, porque cada torneo demanda la creatividad para sacarle el mayor jugo posible a sus capacidades, encontrando siempre el perfecto equilibrio entre un golf conservador y uno con riesgos. Si por proteger su integridad física, Tiger está dispuesto a sacrificar algunas yardas en sus golpes de salida, es seguro que mejorará sus estadísticas de precisión, dándose más oportunidades al buscar un green desde el fairway —aunque desde mayor distancia— que desde el rough o algo peor.

Si bien ya no es el jugador que ganaba torneos con solo aparecer en el grupo de honor con playera roja y pantalón negro, infundiendo un respeto que rayaba en terror entre sus pares, también es cierto que dicho temor se hizo costumbre por esa capacidad felina —y aquí me refiero a animales cazadores como leones, tigres, panteras, etc.— de saber esperar pacientemente mientras avanza la ronda y encontrar el momento perfecto para atacar, atrapar a su contraparte y destrozarle los nervios en los hoyos finales. Nadie en la historia ha sido mejor que Tiger Woods para sobreponerse a sus adversarios.

No sé cuántas veces más lo veremos peleando la final de un torneo en el grupo de honor, pero si ello sucede no tengo duda de que saldrá victorioso en la mayoría de las ocasiones. La actitud, mentalidad, concentración, dominio de la escena y control total sobre las emociones no son cosas que se pierden con lesiones en el cuerpo y confío que seguirán vigentes e igualmente poderosas cuando el ex estudiante de Stanford regrese a las competencias. Muchos de los triunfos de Tiger se sustentaron en estas capacidades.

Finalmente, están las metas y Woods siempre ha jugado para conseguirlas. A través de su carrera ha roto prácticamente todos los récords imaginables y solo dos quedan en la lista de pendientes en su impresionante palmarés: los 82 triunfos de Sam Snead en el PGA Tour y los 18 en grand slam de Jack Nicklaus. Desde luego, no será fácil que consiga cualquiera de estos objetivos, pero, al igual que ha regresado en tantas otras ocasiones de lesiones para ganar torneos, si realmente ha rescatado su capacidad para jugar sin límites, también podría recuperar la de conseguir campeonatos. Es cierto que los jóvenes veinteañeros de hoy ya no se dejan vencer por el temor de su nombre o su imagen, pero también lo es que, si llega a dominarlos una vez, podrá hacerlo más a menudo, y hacerlo en torneos grandes.
Sería increíble, ¿no creen?

fdebuen@par7.mx


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