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La resurrección de los campos cortos

Fernando de Buen



El pasado WGC-México Championship fue un gran torneo en muchos sentidos. Pero en el caso que nos ocupa, fue también un perfecto ejemplo de que los campos cortos —o razonablemente largos, pero situados en altitudes como la de la Ciudad de México— no son todavía un caso perdido para los torneos de las principales giras del mundo.

La historia es añeja y tiene que ver con la carrera entre los campos de golf tradicionales y la tecnología de bolas y palos de golf, que año con año permite golpes que resultan en una mayor distancia, provocando que los campos hayan reducido su par de campo de los tradicionales 72 golpes, a 71 o menos, convirtiendo pares 5 en pares 4 de más de 500 yardas, con el fin de ofrecer alguna resistencia a los grandes bombarderos.

Como resultado de lo anterior, los torneos se juegan ahora en campos de 7300 yardas o más, al nivel del mar, y la mayoría recortados en su par de campo. El caso del Club de Golf Chapultepec es el de un recorrido de 7330 yardas, pero a una altitud de casi 2400 metros sobre el nivel medio del mar, lo que provoca que el vuelo de la bola aumente aproximadamente en un 10%, porcentaje que virtualmente reduce la longitud del campo a 6660 yardas, algo equivalente a poner a estos enormes golpeadores a jugar desde las salidas blancas en cualquier campo de dimensiones comunes al nivel del mar.

Pensar que la gran mayoría de los mejores golfistas del planeta jueguen un torneo a 72 hoyos sobre un trazo de menos de 6700 yardas, sonaría alarmante, por decir lo menos. Los pronósticos bajo par del supuesto campeón serían escandalosos.

Sin embargo, en el club de Av. Conscripto la realidad fue muy diferente. Lejos de haber visto al campeón —Dustin Johnson— con veintitantos bajo par, lo vimos ganar con un más que razonable 14 abajo; además, el promedio del field tras los 72 hoyos, de 0.645 sobre par, lo coloca como el segundo torneo más difícil de la actual temporada del PGA Tour, solo por debajo del atemorizante Torrey Pines South (+0.766).

Pero eso no fue todo. La propia configuración de los 18 hoyos del feudo de Naucalpan provocó situaciones que son poco comunes en los campos interminables del calendario del Tour. Pudimos ver casos en los que fueron necesarios golpes elevados, otros con impresionante efecto, unos más a través de los árboles, otros de bajísima altura; fue indispensable que los protagonistas llevaran la imaginación al máximo nivel, para regalarnos tiros memorables que ya forman parte de la historia de este torneo.

Al escuchar a los expertos y comentaristas de las cadenas internacionales, el denominador común fue que este evento estuvo pletórico de emociones que ya se extrañaban por su ausencia.

A decir de la reciente experiencia, más que recorridos largos, lo que se necesita es imaginación, creatividad y una preparación de campos medianos o cortos que demande a los jugadores a utilizar todos sus recursos disponibles para vencer el reto.

Es una gran noticia para el mundo del golf profesional..

fdebuen@par7.mx


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