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Entre Tom, Jack y Donald

Fernando de Buen



Para quienes están familiarizados con los relativamente recientes cambios políticos en los Estados Unidos, estos tres nombres tienen una conexión que desemboca en el 45º presidente de los Estados Unidos, el infumable, insoportable y odioso Donald Trump.

Brady, quien ya es considerado como el más grande mariscal de campo de todos los tiempos, la añeja amistad con el Orangegután le ha traído más problemas que satisfacciones. Lejos del temple que lo ha llevado a ganar cinco campeonatos nacionales, cuando es cuestionado acerca de su amistad y apoyo al aspirante a tirano, muestra un evidente nerviosismo y busca un espacio entre la amistad que los une y su beneplácito por las acciones del ocupante de la Casa Blanca.

«Lo he llamado, sí, en el pasado. En ocasiones él me llama —mencionó Brady—. Pero, de nuevo, ha sido alguien que he conocido. Siempre trato de mantenerlo en contexto, porque por 16 años conoces a alguien, quizás antes de estar en la posición que ahora ocupa. Él me ha apoyado por un largo tiempo. Es solo una amistad. Tengo muchos amigos. Le llamo a mucha gente.»

Después, se muestra confuso: «¿Por qué todo el mundo hace de esto un asunto tan grande? No lo entiendo… No quiero profundizar en esto, pero si conoces a alguien, no significa que estés de acuerdo con él en todo lo que hace o dice. Tienes muchos amigos en tu vida.» Si bien es cierto lo que menciona el veterano de 39 años, también lo es que ha mostrado una seria preocupación porque algunos de sus compañeros rechazaron ya la invitación a la casa presidencial, debido a sus diferencias políticas con el Presidente.

Para efectos de estas editoriales, el apoyo del multicampeón quarterback no tiene gran importancia, pero, una leyenda del golf del tamaño de Jack Nicklaus —a quien muchos consideramos el más grande golfista de todos los tiempos— declaró también hace algunos meses su simpatía por el candidato republicano.

El Oso Dorado parece sobreponer sus intereses económicos muy por encima de sus principios éticos, aquellos que lo llevaron a ganar las más importantes preseas relacionadas con el espíritu del golf y una actitud humanitaria, como el Bob Jones Award (1975) o el Payne Stewart Award (2000), que se reservan a quien más allá de una extraordinaria carrera golfística, han mostrado una conducta ejemplar fuera de los campos de golf. En pocas palabras, la antítesis del espíritu de Donald Trump.

Acerca del entonces candidato, Jack mencionó: «Él está volteando a América (sic) de cabeza, está despertando al país. Necesitamos mucho de ello.»

Nos guste o no, al apoyar a una persona en una elección, respaldamos su posición política, más allá de la amistad o los negocios que compartimos con ella. Al hacer pública su simpatía por el engendro de la Oficina Oval, Jack Nicklaus le dio un pleno espaldarazo a su misoginia, su discriminación racial, su desbordado odio por todo aquello que sobrepasa las fronteras de su país, su simpatía por los supremacistas, su belicismo y sus interminables mentiras.

Con su evidente inteligencia, Nicklaus debió saber a quién estaba apuntalando e imaginar, como la mayoría de nosotros, que su eventual gobierno sería una de las peores experiencias que podría vivir nuestro planeta desde la Segunda Guerra Mundial. Al hacer patente su respaldo al magnate, el nativo de Ohio cometió el peor de sus errores políticos.

Sin embargo, la triste realidad es que, al igual que Jack Nicklaus, las organizaciones más importantes del golf profesional en los Estados Unidos —incluida la USGA en este caso—, coinciden con el ganador de 18 majors en darle más importancia al negocio que a los principios que rigen al espíritu del golf. Al menos es lo que han demostrado hasta ahora la USGA y la PGA of America, manteniendo al U.S. Women’s Open y al Senior Open Championship en campos de la organización Trump.

Brady y Nicklaus, los más grandes de la historia en sus respectivos deportes. Si bien el primero ya mostró su intención de no alinearse con las ideas de su amigo, el segundo no ha hecho público ningún interés en alejarse del ideario político de uno de sus clientes y actual presidente de los Estados Unidos de América.

«Con dinero baila el perro», bueno, en este caso «… el Oso».

FdeBuen@Par7.mx

 


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