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Donald Trump y el futuro del golf

Fernando de Buen



Parecería imposible encontrar dos cosas más diametralmente opuestas, que Donald Trump y el espíritu del golf. Vayamos a la Sección I del libro de Reglas de Golf (cito textual con traducción de mi cosecha):

«El espíritu del juego
El golf se juega la mayoría del tiempo, sin la supervisión de un árbitro. El juego depende de la integridad del individuo para mostrar consideración con otros jugadores y acatar las Reglas. Todos los jugadores deben conducirse de manera disciplinada, demostrando cortesía y deportivismo todo el tiempo, sin importar qué tan competitivos puedan ser. Este es el espíritu del juego de golf.»

Donald Trump
Para definir al 45º presidente de los Estados Unidos, han sobrado adjetivos provenientes de mentes comprobadamente inteligentes que lo han calificado como misógino, mentiroso patológico, incendiario, valentón, humillante, amenazante, narcisista, ególatra, tramposo, cruel, corrupto, cínico, discriminador, inestable, neurótico y nacionalista, por mencionar algunos.

¿Podríamos mezclar cualquier parte de una definición con la otra? Simplemente imposible.

Queda claro que el golf y su espíritu nada tienen que ver con el poderoso Orangegután, a quien tan solo le tomó una semana demostrarnos que cada una de las descripciones mencionadas le quedan como anillo al dedo.

Una de las máximas preocupaciones de los dos organismos golfísticos, a los que habrá que sumarle el PGA Tour, el LPGA Tour, la PGA of America (PGA) y la Federación Internacional de Golf (IGF, por sus siglas en inglés), es un rechazo total a políticas discriminatorias, pero el flamante mandamás yanqui, acaba de publicar una orden ejecutiva que prohíbe la entrada al país de personas provenientes de siete países árabes —Siria, Irak, Libia, Somalia, Irán, Sudán y Yemen—, decisión que ha sido considerada como inhumana, intolerante y vergonzosa, sobre todo, si consideramos que entre 1975 y 2015 ningún nativo de dichos países ha cometido asesinatos en tierra estadounidense. En cambio, personas nacidas en alguno de los cuatro países excluidos —Arabia Saudita, Egipto, Catar y los Emiratos Árabes Unidos—, suman el 93% de los ataques terroristas en la nación, con más de 2800 asesinatos.

¿Cuál es la diferencia entre los afectados y los intocados? De acuerdo con versiones más o menos oficiales, los no incluidos son socios comerciales del Tío Sam, pero, la verdad escondida es que son países donde Trump tiene negocios. En pocas palabras, no se trata de protección, sino de simple segregación racial aderezada con negocios personales.

¿Qué deben hacer los seis organismos que rigen al golf? Por supuesto, todos esperaríamos una declaratoria conjunta reprobando la actitud del multimillonario. Sin embargo, es muy probable que esta nunca se publique, ya que hay un punto en común en el que coinciden Trump y, al menos, el PGA Tour, el LPGA Tour y la PGA: un desbordado amor por el poder y el dinero, capaz de opacar cualquier desavenencia entre las partes.

Un claro ejemplo de las diferencias de criterio entre estas tres asociaciones norteamericanas y la R&A, es que mientras la organización británica excluyó de facto al campo de Trump (Turnberry) en la rotación del Open Championship, la USGA organizará el próximo U. S. Women’s Open en el Trump National Golf Club enBedminster, mientras que la PGA hará el Senior PGA Championship en el Trump Washington. La USGA anunció recientemente que esta misma semana haría un pronunciamiento con respecto al citado torneo, haciéndole saber al público si lo hará allí o cambiará de sede. Ojalá opte por la segunda alternativa.

Lo importante de este asunto es, que más allá de que estos enormes negocios obvien la enorme divergencia entre el espíritu del juego y la personalidad del presidente Trump, está una sociedad incansable dispuesta a protestar por cualquier cosa que huela al infumable jefe del ejecutivo. Tanto la USGA como la PGA tendrán que analizar la posibilidad de que el público organice un boicot a estos torneos, por llevarse a cabo en campos cuyo dueño es totalmente ajeno a la esencia misma del deporte que tanto dice amar.

Si la USGA y la PGA deciden seguir adelante y celebrar sus torneos en campos de la organización Trump, se arriesgarán a que la opinión pública los culpe de insensibilidad y de apoyo a las políticas xenofóbicas del ente naranja. El daño sería de enormes dimensiones.

Una cosa es declararse ajeno a la política y otra, muy diferente, es pasar por alto las decisiones de un asociado, aun sin importar si se trata del personaje más poderoso del planeta. Un sinnúmero de instituciones ha establecido su posición en contra del beligerante Donald; ya es hora que el espíritu del golf impere en las asociaciones que lo rigen y nos lo hagan saber.

fdebuen@par7.mx

 


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